Reclame su derecho
Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, y en sus mandamientos se deleita en gran manera... Bienes y riquezas hay en su casa, y su justicia permanece para siempre.
Salmos 112:1,3
Nunca olvidaré la primera vez que Gloria leyó ese versículo. En ese tiempo teníamos muy poco dinero; en las paredes de la casa no había adornos ni cuadros de ningún tipo. Pero ella se preparó para empezar a decorar. Se aferró a la promesa: «Bienes y riquezas hay en su casa», y la reclamó por fe.
Y sucedió que a todas partes que íbamos, alguien nos regalaba un cuadro o algo para nuestra casa.
Lamentablemente, la mayoría de los creyentes no son tan diligentes para confiar en Dios en cuanto a esa clase de cosas como Gloria lo fue. Algunos incluso afirman que Dios no promete prosperidad material a los creyentes neotestamentarios, sino sólo prosperidad espiritual. Pero la verdad es que no se pueden separar las dos. Por eso Jesús afirmó: «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas [cosas materiales] os serán añadidas». Él sabe que el reino espiritual y el reino material están enlazados.
El mundo físico no puede operar independientemente del mundo espiritual. Lo que sucede en uno, es reflejo de lo que ocurre en el otro.
Claro que su condición espiritual repercute mucho en su condición económica. Por eso, cuando usted empieza a poner en práctica el evangelio y comienza a prosperar espiritualmente, puede también empezar a prosperar física y materialmente.
No deje que nadie le haga cambiar de opinión en cuanto a las promesas de Dios acerca de la prosperidad. Usted no debe escoger entre la prosperidad económica y la espiritual, pues ambas le pertenecen. Reclame, por la fe, su derecho a ambas. Como hijo de Dios nacido de nuevo, atrévase a extender su mano y recibir ¡las riquezas que le pertenecen!


