Tenga buen ánimo
Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo.
Hechos 27:22
¿Qué hace usted cuando se encuentra en una situación realmente peligrosa?
Si actúa como yo lo hacía, de seguro, usted le clama a Dios con desesperación. Una tarde cuando estaba llorando con desesperación ante Dios por algo, Él me interrumpió y dijo: Kenneth, ¿sabes que Yo no escucho el clamor de Mis hijos cuando lo hacen con desesperación?
«¿Qué? —dije— Yo creía que sí lo hacías». Él dijo: No, Yo escucho el clamor de desesperación de un pecador porque eso es todo lo que puede implorar. Pero una vez que has nacido de nuevo, hijo, debes de clamar con fe. Yo escucho el clamor de fe.
¿Qué es un clamor de fe? Es llamar las cosas que no son, como si fueran (Romanos 4:17). Eso es lo que la Biblia quiere decir cuando declara: «Diga el débil: Fuerte soy» (Joel 3:10).
El apóstol Pablo sabía cómo usar el clamor de fe. Por eso, en Hechos 27 exhortó a los hombres en ese barco averiado y a punto de hundirse a “cobrar ánimo”. Les instó para que comenzaran a actuar en fe. ¿Se imagina lo que pensaron los marineros cuando Pablo les habló?: “Ese predicador es un tonto. Escuchen lo que está diciendo: ¡Qué cobremos ánimo! Hemos tirado todo lo que tenemos por la borda, y él dice que tengamos buen ánimo”.
Quizá usted ahora se sienta como se sintieron esos marineros. Tal vez sienta que su barco se está hundiendo. Es posible que tenga ganas de llorar por la desesperación. Pero no lo haga. En vez de eso, realice lo que el apóstol Pablo dijo, y ¡cobre ánimo! Clame a Dios en fe y diga: Señor, no me voy a desesperar. Tendré buen ánimo porque Tu Palabra afirma que me librarás de esta situación (Salmos 34:19).
Luego comience a alegrarse. Posiblemente necesite más coraje para lograrlo que antes, pero Dios le dará la fortaleza para hacerlo. Le dará el poder para estar gozoso en medio de la oscuridad más densa que el diablo pueda traer a su vida.
En vez de llorar con desesperación, afírmese en la fe. Cante, regocíjese y alabe a Dios por su liberación. Tenga buen ánimo y podrá estar seguro de que Dios lo sacará bien de la tormenta.
