Un pacto de amor
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito…
Juan 3:16
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio, y dio, y dio.
Ése es el mensaje que se comparte en la Biblia de principio a fin. Parece algo muy simple; sin embargo, pocos de nosotros en realidad lo entendemos.
Comprendemos que Dios es poderoso, e incluso entendemos que Él desea que le sirvan. Pero se nos hace difícil comprender el concepto de que el Dios todopoderoso nos ama tanto que todo lo que anhela es bendecirnos.
Durante miles de años, Dios ha estado obrando para derramar de Su amor en los corazones de las personas. Y lo ha hecho por medio de promesas amorosas de bendición y protección. Pero siempre ha enfrentado el mismo obstáculo: seres humanos que no pueden aceptar que esas promesas sean ciertas.
La historia de Abram es un ejemplo perfecto. Abram no estaba acostumbrado al concepto de un Dios dadivoso. Después de todo, él había sido adorador de la luna, y la luna nunca hizo nada por él. Entonces conoció al Shaddai: el que es mayor que todos, el Dios omnipotente. Lo primero que El Shaddai quería hacer era darle bendiciones.
Las promesas de Dios asombraron tanto a Abram, que no podía creerlas. Abram le preguntó: «Señor Jehová, ¿en qué conoceré que la he de heredar?» (Génesis 15:8).
¿Sabe qué le respondió Dios? Estableció con él un pacto de sangre. Ese pacto resolvió para siempre cualquier pregunta que Abram pudiera tener acerca del amor y la fidelidad de Dios. Cuando la sangre fue derramada, Abram supo que Dios hablaba en serio.
Dios estableció el mismo pacto de sangre con usted: sacrificó a Su propio Hijo para realizarlo. El cuerpo quebrantado y la sangre derramada de Jesús han llegado a ser la prueba eterna del amor de Dios hacia usted. Por medio de la Santa Cena, Él nos insta a recordarlo una y otra vez, a fin de que cuando nuestra fe en las promesas de Dios comience a flaquear: «tengamos un fortísimo consuelo» (Hebreos 6:18).
Medite en el pacto que Dios realizó en su vida para que reciba una revelación refrescante de Su amor por usted. Tome el pan y la copa, preséntese al Señor y tome la Santa Cena. Medite en el cuerpo y la sangre de Jesús, los cuales le han hecho miembro de la familia del Dios todopoderoso gracias al pacto de sangre. El cuerpo y la sangre de Cristo despejarán para siempre cualquier duda que tenga con respecto al amor de Dios y Sus promesas.
