¿Sabe usted por qué tantos creyentes están perdiendo las batallas en su vida?
¡Porque están peleando contra el enemigo equivocado!
Se les ha hecho creer que si alguien les dice o les hace algo para perjudicarlos, deben considerar a esa persona como enemiga. Pero están equivocados.
La Biblia enseña que no tenemos lucha contra sangre y carne. Y como todo ser humano es de sangre y carne, eso implica que nuestros semejantes no son el origen de nuestros problemas.
“Pero, hermano Copeland, usted no sabe lo que fulano y zutano me hicieron”.
Eso no importa, porque si usted desperdicia su tiempo peleando contra fulano y zutano, su verdadero enemigo se saldrá con la suya.
¿Quién es el verdadero enemigo? En Efesios 6:12, se nos indica: «Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes».
Satanás y los demonios serán enemigos suyos de por vida. Ellos son los culpables de toda afrenta personal que usted sufre.
Las personas que lo perjudican y lo ofenden son sólo instrumentos de Satanás. Cuando él quiere hacerle daño, lo hace por medio de ellas.
Recuerde, la persecución no es la expresión del odio que otro siente por usted, sino la expresión del temor que Satanás tiene de usted. Cuando usted se sumerje en la Palabra y la emplea como la espada del Espíritu, el diablo se llena de temor y busca a alguien a quien pueda enviar contra usted.
La próxima vez que alguien le ofenda, no se desvíe del camino para pelear contra esa persona, en vez de hacer eso, ate al espíritu que está utilizando a esa persona. Olvídese de la lucha contra sangre y carne, y empiece a pelear con las armas del Espíritu. Enfréntese a Satanás con autoridad y con la Palabra de Dios, y ¡derribe al verdadero enemigo!
Efesios 6:10-18