Nuna suestime la importancia de la alabanza. Es una de las armas espirituales más poderosas que usted posee. La alabanza es más que un canto agradable o unas pocas palabras de elogio a Dios. Ésta produce resultados. La alabanza trae la misma presencia de Dios. Y cuando Su presencia entra en escena, sus enemigos son echados fuera. La enfermedad y la dolencia no pueden permanecer en su cuerpo, tampoco la pobreza puede permanecer en su casa.
Incluso el cansancio físico debe huir cuando se enfrenta con la verdadera alabanza llena de gozo. Lo sé por experiencia. Hace años, cuando comencé a dirigir: La escuela de sanidad, enfrenté una verdadera batalla con el agotamiento. Ministré e impuse mis manos sobre los enfermos por tantas horas a la vez que cuando la reunión había terminado, me sentía físicamente débil hasta para concluir la reunión.
Entonces, en una reunión en particular, descubrí el poder de la alabanza. Acababa de orar por quienes se encontraban en la fila de oración, y como de costumbre, me sentía exhausta. Pero en vez de descansar, el Espíritu del Señor me reveló que necesitaba regocijarme en el Señor. Así lo hice. Comencé a alabar al Señor con todo mi corazón, con toda mi mente y con todo mi cuerpo. ¿Sabe qué sucedió? El cansancio se fue, y yo fui llena de poder con la presencia de Dios.
La próxima vez que el diablo trate de ahogar su eficacia y de menguar la fortaleza, la riqueza y la victoria que son suyas en Jesús; rechácelo con esa poderosa arma. Levante sus manos, su voz y todo su corazón y ¡alabe a Dios!
2 Crónicas 20:1-22